Cinco pesos de golosinas

Había comprado cinco pesos de golosinas. De camino a casa y con una sonrisa en su rostro. ¡Cinco pesos! Una flamante moneda, era el pago por el día de trabajo. No era una tarea fácil cortar el césped. Hundir las rodillas en la hierba húmeda. Cortar de diestra a siniestra. La mañana fresca había salpicado con gotas de roció una telaraña tejida entre los arbustos. Miró con curiosidad buscando a su inquilina: se asomó bajo una hoja una araña amarilla salpicada de motas rojas. Dientes de león volaban como las hadas de los cuentos. Los pajarillos trinaban insolentes ocultos entre el follaje de los árboles. La hierba la guardó en un viejo costal de yute. El jardín era un lugar mágico y ella lo sabía. 
Llevaba bastones de caramelo, chocolates crocantes envueltos en verdes papelillos, fruta confitada y nueces enchiladas. Todo lo que se podía obtener con cinco pesos.
Camino a casa se encontró con una vieja marchita acompañada de un niño cubierto de mugre y mocos. Solicitaban limosna a los transeúntes. Tendió al niño la bolsa de golosinas. ‹‹Ya crecerá la hierba›› pensó, con la sonrisa intacta.

Sergio F. S. Sixtos

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